miércoles, 31 de octubre de 2012

El murciélago dormido

Eduardo Crispón estaba cansado tras un arduo día de trabajo. Sus empleados habían trabajado duro, y el negocio había marchado bien. Más de treinta clientes habían comprado en su coqueta juguetería ubicada en el centro de la gran ciudad.

Mandó pues a sus empleados a poner las rejas en los vitrales de su negocio, y éstos fueron raudos a cumplir su misión. Pero a los dos minutos, un grito se apoderó de uno de ellos.

"¡Ay!" escuchó Eduardo en las afueras de su local. Reconoció la voz de Basilio, el más fiel y longevo de sus empleados. Acudió a la vitrina para ver que sucedía. ¡Lo había mordido un murciélago!

Eduardo salió a ver lo que decían Basilio y José al respecto. "El murciélago estaba dormido", aclaró su empleado, "y al empujar la reja, se despertó, y me mordió", a la vez que marcaba dos agujeros en el dedo índice de su mano derecha. Dispusieron de primeros auxilios y en encerrar al bicho para llevarlo a un centro antirrábico, y en eso había quedado todo.

Pasadas tres semanas de aquel hecho, el señor Crispón comenzó a notar un comportamiento poco habitual en Basilio. Éste, tan campante y alegre con los clientes, comenzaba a mostrar un tono lúgubre. Tenía su encanto, pero algo siniestro parecía esconderse en él.

"Basilio, ¿te sucede algo?" llegó a preguntar el dueño, a lo que éste contestó "No sé, me siento raro. Me siento como si me hubiesen revelado un pasado oscuro", a la vez que se dirigía al baño. Crispón llegó a tomarlo como una idea de su empleado para Halloween, ya que se acercaba ese período, y podría ser una idea para mejorar las ventas.

El tono lúgubre de Basilio se fue acentuando, con un traje negro elegante que pasó a llevar todos los días como empleado. Por algún motivo, la luz de día lo fastidiaba. Prefería estar en lugares oscuros. El café que solía tomar fue reemplazado por un extraño líquido rojo. "Es licor de cereza", argumentaba.

Las ventas de Halloween fueron más que exitosas en el negocio, ya que muchos chicos habían comprado disfraces, muñecos y accesorios al efecto. Basilio parecía atraerles, hecho que agradó al señor Crispón, a tanto que pensó en recompensar la estrategia de marketing de su subordinado.

Pero llegó el 1º de noviembre. Basilio llegó lúgubre como todos los días, con su traje negro. Eduardo, en un gesto de desgano dijo "Ya pasó Halloween como para que sigas de negro ¿no Basilio?". Recibió una mirada fatal como respuesta. El dueño pensó "¿No se le habrá ido la mano a este muchacho?".

Y ese día, en pleno mediodía, llegó otro señor. También de negro. También de modo lúgubre. Y al encontrarse con Basilio se abrazaron. Juntos entablaron una charla que se transformó en oración, que provocó que la oscuridad se hiciera presente en el negocio.

Esa oscuridad fue creciendo y creciendo, hasta que una explosión polvorosa rodeara a los dos lúgubres abrazados. Y ¡Puf! la explosión hizo que los se esfumaran del lugar.

Crispón atribuyó el suceso corte de luz. Revisó los tapones, regresó la electricidad y se encontró con que su empleado había cambiado de parecer. Estaba blanco y pálido, pero con una mirada normal. El visitante, con la explosión se había marchado.

"Basilio, ¿quién era este tipo?", preguntó curioso. Y éste le contestó: "Me dijo que pertenecía a la Organización de los Murciélagos. Me había mordido uno, y eso me hacía miembro, según él. Yo lo abracé, pero dije que mi vida como empleado tenía más sentido que una vida oscura entre ratas con alas. Así que me hizo un conjuro y me liberó". A la vez que mostraba su dedo índice, que ya tenía curada la herida de los colmillos.

José, atento como siempre, trajo un café y comentó de la llegada de nueva mercancía de un fabricante local. Eran conejos de felpa, pero tan oscuros y de ojos tan rojos que parecían murciélagos. Basilio miró de reojo a su compañero, y siguió con su trabajo.

24-sep-2012

martes, 25 de septiembre de 2012

El Tríangulo de las Bermudas

Juan Marfilón era un avezado lector de novelas policiales. Se jactaba de haber leído toda la obra de Sir Arthur Conan Doyle, Agatha Christie y Georges Simenon durante todo un año. Personajes como Sherlock Holmes, el comisario Maigret o la pareja Beresford eran para él, cosa de todos los días.

Sentía una gran atracción por las librerías de viejo, ya que a través de ella conoció la popular colección "El séptimo círculo". Le quedaba por leer "El hombre XYY", uno de los primeros títulos. Y entonces planeó su búsqueda.

Las voces y recomendaciones lo llevaron a un pequeño local del casco histórico de San Isidro. Le dijeron que se encontraba muy cerca de la Catedral. Tomó el tren desde Belgrano C del tren Mitre y, en una abarrotada formación, siguió la vía hasta llegar a destino.

Se apeó en la estación, pero no sabía cómo llegar. "Vaya por Belgrano, y desde el mástil diríjase por 9 de Julio, la bifurcación a la izquierda". Pero estaba a punto de llevarse una extraña sorpresa.

Al caminar por el centro comercial de la ciudad, cavilaba en la coincidencia del nombre de la estación de la que partía, y la calle por la cual caminaba. Pero al llegar al mástil, sintió un extraño zumbido. Como si de un campo magnético se tratare. Los gorriones eludían la zona, a pesar de que los mástiles pueden volverse lugares de paso para las aves.

Miró hacia un lado y al otro del mástil, y notaba que el campo lo estaba embriagando de nostalgia. Añoranza por una infancia que no supo aprovechar, viejos tiempos en un departamento en Balvanera en el que el verbo jugar no existía, y las salidas tampoco. Tiempos en donde el libro se había vuelto su refugio desde aquellos largos años.

Juan comenzó a sentirse atraído hacia El Gorro Rojo, una juguetería temática que se centraba en temas ligados a la Navidad. Le asombró un diorama que reproducía tal cual el casco histórico de San Isidro, aunque ambientado en 1940. Vio el Banco, la Escuela de Comercio, el Concejo Deliberante y la Catedral, hacia el fondo.

Estaba a punto de entrar cuando sintió la sensación de verse atraído por lo que veía en el otro lado de Belgrano. Se trataba de otra juguetería, Mondo Gioco. Se vio impulsado a entrar a ella, y admirar la última colección de figuras de acción de detectives famosos.

Estuvo a punto de gritar "¡Quiero ese Poirot!" hasta que vio que su precio excedía largamente el del libro que iba a buscar. Con desazón pero con confianza, al salir se vio impulsado a cruzar el mástil hacia 9 de Julio, desde donde sentía el zumbido aún más fuerte.

Casi de inmediato cayó en una tercera juguetería, Felisa Niversario. Allí lo deslumbró unas cajas con juegos de investigación, con cartas y fichas, y muchas pistas. Las cajas eran tantas, que sentía que se abalanzaban hacia él.

Conmovido, con todas sus fuerzas salió del tercer local. Pero al hacerlo, el campo magnético hacía que volviera a pensar en los regalos navideños de El Gorro Rojo, o en las figuras de acción de Mondo Gioco. Se sentía impelido a quedarse allí en vez de dirigirse a su librería, y el deseo de jugar que no tuvo en su infancia se hacía cada vez más fuerte.

Creyó ver en el mástil la causa de tanto campo. Se dirigió a él y descubrió allí la causa de tanta nostalgia creciente. Al pie del mástil podía leerse el siguiente texto:


ANTENA DE LOS NIÑOS

Este mástil no sólo evoca a nuestra querida Bandera,
sino también las horas sustraídas al juego que tantas
horas de tecnología privaron a nuestros niños. El gran
Artemio Burtal, juguetero y electricista de profesión,
colocó en 1997 este adminículo para que los jóvenes de
hoy sientan la pasión por los juguetes con los que
se regodeaban sus mayores. Hemos formado aquí un triángulo,

 al que dimos en llamar "Triángulo de las Bermudas",
con tres de las más reconocidas firmas en sus vértices
para probar el éxito de nuestro invento.


Y allí al pie, vio su reloj que marcaban las 12:15 del mediodía. Vio que muchos niños que salían de la Escuela de Comercio, se sentían impelidos a entrar ya sea a El Gorro Rojo, Mondo Gioco o Felisa Niversario. A los pocos minutos, los locales estaban atiborrados de guardapolvos blancos. Y, algunos minutos después, los mismos níveos párvulos se retiraban con algunas bolsitas, producto de alguna compra.

Miró con asombro tamaño espectáculo cuando una figura conocida se adivinaba de la bolsita de uno de los chicos. "¡Quiero mi Poirot...!" musitó Juan, con un dejo de angustia al ver la figura del regordete detective belga en aquel paquete.

Hacia las 12:30, sintió que el campo se cortó. Liberado, siguió por 9 de Julio y encontró por fin su buscada librería, donde no encontró "El hombre XYY", como esperaba. Pero sí halló títulos más nuevos de "El Séptimo Círculo" que no había leído, de los cuales se llevó dos o tres para comenzar a leer en el viaje de vuelta a Barrancas de Belgrano.

4-may-2012

¡Bienvenidos a Boliscopio!

Desde el principio de la era de la escritura, hubo muchas formas de escribir. Con cincel, con pluma, con lápiz... Lo normal, es que cuando se escriba a mano en las grandes ciudades sea con un bolígrafo.


Y de allí surge el término Boliscopio, que no es más que un caleidoscopio surgido desde un bolígrafo. Ríos de tinta, de imaginación y convicción pueden surgir desde la bolita de tungsteno de este útil elemento para escribir.

Desde aquí arrancamos, en este blog que servirá de cambalache para escrituras, reflexiones y temas personales del autor.